Época:
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1831




Comentario

El florecimiento alcanzado por Atenas en el siglo XII se verá bruscamente frenado en la centuria siguiente, iniciándose un periodo de larga decadencia. En el contexto de la Cuarta Cruzada, la ciudad será destruida por León de Nauplia, antes de convertirse en un feudo franco en el seno del Imperio Latino de Constaninopla. Los franceses se mantuvieron en la región de Atenas, convertida en ducado, hasta 1311, a pesar de que el Imperio Latino fue derrocado por Miguel Paleólogo cincuenta años antes. El duque de Atenas llamará a los almogávares aragoneses para proteger sus posesiones, pero en 1311 ocuparon el ducado y entraron en Atenas al grito de "Aragón, Aragón". La corona aragonesa controló el ducado hasta 1387, fecha en la que el territorio se convirtió en dominio independiente en manos del señor de Corinto, el florentino Nerio I, miembro de la familia Acciajuoli.
El 24 de mayo de 1453 las tropas turcas de Mohamed II conquistaban Constantinopla, capital del Imperio Bizantino. Atenas aguantó aún tres años más y en 1456 el último duque entregaba la ciudad a los turcos. Desde ese momento, la decadencia ateniense alcanzará su momento culminante con la conversión del Partenón primero en mezquita y después en polvorín. El 26 de septiembre de 1687 el general veneciano Francesco Morosini -conquistador del Peloponeso y sitiador de la Acrópolis- no dudó en bombardear el antiguo templo de la diosa Atenea. La violenta explosión provocó casi la destrucción del edificio. Los turcos abandonaron la ciudad y se inició la llamada "Primavera Europea" que apenas duró dos meses, volviendo la región del Ática a depender del Imperio Otomano.

La decadencia urbana en estos últimos años de la Edad Media tiene como resultado una drástica reducción de la población, que vivía confinada en el espacio limitado por la muralla romana, concentrándose en las laderas de la Acrópolis. El Ágora se había convertido en un prado donde pastaban las ovejas. La población total de la ciudad no alcanzaría los 10.000 habitantes.

El dominio turco de la Hélade provocó una inmensa ola migratoria que llevó a buena parte de su población a Venecia y a Creta, territorio también veneciano, por lo que la cultura italiana y la griega tuvieron un momento de intenso contacto. En Venecia el Campo dei Greci era el lugar elegido por la mayoría de los griegos en su exilio, manteniendo incluso una iglesia bajo el rito ortodoxo, San Giorgio.

Durante los cuatro siglos que duró el dominio turco, los dirigentes territoriales fueron excluidos de los órganos de poder y Grecia fue dividida en seis provincias, obligadas al pago de un fuerte tributo. La paz de Passarowitz (1718) consagraría la integración del territorio helénico en el Imperio Otomano, por lo que los deseos independentistas se mantuvieron vivos a lo largo de todo el tiempo de la dominación.

En el siglo XVIII se producen las primeras renuncias territoriales del Imperio Otomano, lo que despierta en los griegos las esperanzas de recuperar su ansiada independencia. Los emisarios de Catalina II de Rusia incitaron a la rebelión de las poblaciones balcánicas y el conde Orloff realizó una expedición que acabó en fracaso.

En el siglo XIX surgieron numerosas sociedades secretas cuyo objetivo era alcanzar la independencia. La más importante se fundó en Odessa en el año 1814. De nombre "Philiki Eteria", estaba financiada por los comerciantes que vivían en el exilio, participando activamente en la expansión de las ideas revolucionarias y reuniendo los fondos necesarios para la formación de un ejército de liberación. El filohelenismo manifestado por numerosos intelectuales europeos también sirvió de acicate para los rebeldes e incluso influyó en el cambio de opinión de los gobiernos europeos, que en un primer momento eran hostiles al levantamiento. Muchos filohelenos se alistaron junto a los insurrectos en los comités de apoyo a la guerra creados.

La Guerra de la Independencia estalló en 1821, iniciándose la ofensiva primero desde los países del norte y después desde el Peloponeso. Las tropas estaban compuestas por soldados irregulares armatolos y kleftas, progresando en un primer momento de manera muy rápida. En los territorios reconquistados se constituían gobiernos locales. La respuesta del sultán turco ante la guerra en Grecia fue contundente. Envió a sus 10.000 mejores hombres contra la isla de Quíos, organizando una auténtica masacre: más de 20.000 personas fallecieron y las mujeres y los niños que sobrevivieron a la matanza fueron convertidos en esclavos. La opinión pública internacional se conmovió ante tan trágico suceso y los independentistas recibieron nuevos apoyos. Lord Byron desembarcó en 1823 en Missolonghi. Sin embargo, las divergencias entre los patriotas llevaron durante dos años a conflictos internos que paralizaron la liberación definitiva. Además, desde 1826 el sultán contraatacó y recuperó Missolonghi y la Acrópolis ateniense. El apoyo europeo será crucial para la independencia griega ya que las flotas rusa, inglesa y francesa derrotarán a los turcoegipcios en Navarino, el 27 de octubre de 1827. La II Asamblea nacional nombraba a Giovanni Capo d'Istria primer gobernador de Grecia y en 1829 por el tratado de Adrianópolis se reconocía la autonomía de Grecia, confirmada al año siguiente con la firma del Protocolo de Londres.

La Asamblea había promulgado una Constitución en 1827 pero Capo d'Istria se negó a aplicarla, lo que provocó intensas tensiones que llevaron a su asesinato, el 9 de octubre de 1831. Grecia quedaba sumida en el caos y los aliados imponían un monarca.